febrero 21 2019

Una oportunidad para ser mejores padres

Impulsando la paternidad activa en el penal

Al entrar al penal de Ayacucho, es evidente que está sobrepoblado, como la mayoría de las cárceles en el Perú. Actualmente hay 2,760 reclusos, un 438% por encima de su capacidad. En este centro penitenciario hay aproximadamente 200 mujeres y 2.560 hombres. Según las autoridades, el 40% de las condenas se deben a tráfico de drogas. La región del Vraem (Valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro) está solo a cinco horas; allí se produce el 70% de la cocaína proveniente del Perú.

Luego de pasar seguridad, entramos a la cuna en el pabellón de mujeres. Karina nos recibe en la cocina, ella es una reclusa que trabaja como cocinera. Nos ofrece unas sillas para sentarnos.

Karina y Gilberto, su esposo, llegaron al penal de Ayacucho hace siete años por tráfico ilícito de drogas. Ella saldrá libre en dos años y él en cinco, pero con tres niños esperándolos, esto les parece una eternidad.

Sus tres hijos han sido separados por diferentes circunstancias. María, (18), vive en otra ciudad y Tomás (13) se encuentra actualmente en un albergue del estado. Karina y Gilberto no han visto a sus hijos hace varios años. Mariela, de seis años, es la única a la que ven regularmente.

Ella creció en la prisión hasta que cumplió tres años. Luego se une a la Aldea Infantil SOS Perú de Ayacucho, parte de una organización mundial que ofrece cuidado alternativo para niñas y niños que han perdido el cuidado parental o que están en riesgo de perderlo.

El día más esperado

Este programa es único en Perú y en toda América Latina. Y es que uno de cada cuatro niños de la Aldea Infantil SOS de Ayacucho tiene a sus padres en prisión.

En la Aldea de Ayacucho, las niñas y los niños saben exactamente cuándo se harán las visitas y preguntan con impaciencia: "¡Hoy toca penal! ¿Quién nos va a llevar?”.

Se nos proporciona una entrada especial, los niños no tienen que hacer largas colas para entrar. Sus educadores se turnan para acompañarlos y conversar con los padres del desarrollo de sus hijos.

Durante la visita, es inevitable sentir un nudo en la garganta. Mariela corre a abrazar a su papá, quien la espera en la puerta de la cuna junto a los demás padres. Cuando el guardia abre la puerta, la pequeña Mariela corre a buscar a su mamá, ella sabe perfectamente dónde está la cocina. Una vez juntos, Karina le sirve la comida que preparó especialmente y Gilberto trae las golosinas y el refresco que compró en la tienda de la prisión.

Durante dos horas, las quince familias intentan olvidarse de sus circunstancias y disfrutar de la tarde juntos. 

Tiempo para reflexionar

Días antes, fuimos oyentes en unos de los talleres de paternidad, ofrecidos por la psicóloga de Aldeas Infantiles SOS Perú. El tema del día era motivación versus alabanza; la psicóloga organizó dinámicas grupales para ilustrar las lecciones. Cada quince días se reúnen a los padres y madres, normalmente separados en pabellones, para hablar sobre temas como crianza positiva o derechos de las niñas y los niños.

"La pareja es muy activa en el taller, Karina se ofrece de voluntaria para todas las dinámicas.  Ellos me dijeron que quieren aplicar todo lo aprendido para cuando regresen con sus hijos. "El día que salga quiero reunir a todos mis hijos en una casa, trabajar para mantenerlos y darles una mejor educación, para que sean mejores que yo y no cometan los mismos errores", dice Gilberto.

La privación de la libertad es un precio alto que pagar por el error de involucrarse en actividades ilícitas, cualesquiera sean las motivaciones. Sin embargo, cuando visitamos el Vraem, la implicación en tráfico de drogas o en actividades relacionadas, es generalizada. Incluso pensé que para una persona ahí debe ser fácil asumir que no serán atrapados porque todos lo hacen.

Al hablar con Karina y Gilberto, ellos aceptan sus errores pero me doy cuenta que lo más doloroso para ellos es la idea de que sus hijos sufran. Sienten frustración y angustia al no saber cómo están sus dos hijos mayores. “Acá hay mucho tiempo para pensar,” me dijo una de las madres. Y de hecho, en ocasiones esto les da ansiedad. 

Como dice Karina con lágrimas en los ojos, hay días buenos y días malos. Ella confiesa que a veces se siente derrotada, pero pensar en sus hijos le da fuerzas. Las visitas de Mariela le sirven como motivación y le ayudan a no olvidar sus metas.

Una oportunidad

Esta iniciativa les da a los padres y madres la tranquilidad de que sus hijos están bajo un cuidado responsable. Y más aún, la oportunidad de pasar tiempo con ellos, los llena de esperanza.

Los talleres, por su lado, los invita a reflexionar sobre sus errores y lo que pueden hacer mejor. Al hablar con los participantes, todos me dijeron que al salir libres, quieren ser mejores padres para sus hijos.

Mientras Aldeas Infantiles SOS Perú les proporciona cuidado y acompañamiento a las niñas y niños para permitir que estén en paz con la situación de sus padres, las visitas a la prisión de Ayacucho son una manera de mantenerlos involucrados en la vida de sus hijas e hijos.

Sorprendentemente, hay muy pocas organizaciones de cuidado alternativo que realizan visitas a centros penitenciarios. La triste realidad es que en muchos casos no se ven por años, y cuando finalmente vuelven a estar juntos, padres e hijos son como extraños entre sí porque se pierde mucho durante este tiempo de separación.

 

Alejandra Kaiser

Corresponsal en América Latina para Aldeas Infantiles SOS

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