febrero 15 2021

Ollas comunitarias enfrentan una crisis social con resiliencia y unión

En Nueva Ciudad Inca, Cusco, la educación de los niños y el derecho a una comida saludable penden de un hilo. Pero los habitantes tomaron acción, convirtiendo un símbolo de rendición en un símbolo de resiliencia.

A principios de abril, miles de banderas blancas ondeaban afuera de las casas en todo el Perú durante la cuarentena para evitar la propagación de Covid-19, la cual se prolongó durante meses. Las familias las colgaron como un grito de ayuda, un símbolo de que no tenían más comida. Lo que comenzó en los barrios marginales de Lima se extendió a cientos de comunidades de todo el país.

Pero en el pueblo de Nueva Ciudad Inca, en la Cordillera de los Andes de Perú, un símbolo de renuncia se convirtió en un símbolo de resiliencia.

Con numerosas banderas blancas hechas con bolsas de plástico y palos de escoba izadas en su comunidad, seis mujeres unieron fuerzas y recursos para organizar una olla común, la que bautizaron como Olla Solidaria.

“Hicimos arroz turco, pero sin carne ni pollo, porque no teníamos”, recuerda Marco* (13) sobre el día de la inauguración en mayo. Marco, cuya madre fue una de los fundadores, me cuenta orgulloso que él ayudó tocando puertas para decirle a la gente del pueblo que podían obtener una comida completa por solo un sol peruano.

Las mujeres de Nueva Ciudad Inca (Cusco), han convertido un símbolo de rendición, la bandera blanca, en uno de resiliencia.

En un día común durante los primeros meses de la pandemia, las voluntarias, en su mayoría mujeres, logran alimentar a más de 150 niños y 100 adultos cada día. Ellas dirigen la olla desde una casa cedida por un vecino. En la pared cuelga un papel con los turnos de los voluntarios y el menú de la semana: hoy, locro de zapallo; mañana, solterito de queso. Una empresa privada donó utensilios y ollas enormes, las cuales están sobre una cocina en desuso. Las mujeres cocinan afuera con leña porque no pueden pagar el gas para cocinar adentro. Cuando la comida está lista, se llevan las ollas al interior para servir a los vecinos que hacen cola desde el mediodía.

La pequeña comunidad de Nueva Ciudad Inca es solo un reflejo de la realidad latinoamericana. Un estimado de 28 millones de personas en la región viven en extrema pobreza, en gran parte por el deterioro de la economía a partir de la pandemia, según La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Esto significa un retroceso significativo en los derechos del niño. Al igual que en esta comunidad de los Andes peruanos, su educación y nutrición están en riesgo.

La cuarentena a principios de este año dejó a más de un tercio de los peruanos sin comida y muchas familias aún luchan por recuperarse. Al igual que en la crisis económica de Perú y la hiperinflación de la década de 1980, los comedores populares han surgido como una respuesta, organizándose para comer en grupo y compartir los alimentos.

La Olla Solidaria

Mientras fotografío a las cocineras, Laura (9) mira mi cámara con curiosidad, me cuenta que su madre hace turnos semanales con otras mujeres de la comunidad para cocinar y hacer las compras. “Aunque la veo menos esos días, me enorgullece que ella ayude a otros niños como yo a no pasar hambre”, dice mientras carga el recipiente con comida para ella, su madre y su hermano pequeño.

Mónica Bustos, la facilitadora familiar de Aldeas Infantiles SOS, menciona que la cantidad diaria de porciones varía y que ha disminuido desde que comenzaron, pero al observar las colas diarias, es obvio que la necesidad persiste. Lo que vi es son que los niños, niñas y adolescentes quienes más dependen de la olla comunitaria, mientras sus cuidadores van a trabajar, a buscarlo o algún tipo de ingreso para llevarse a casa. Para muchos como Laura y Marco, esta será su única comida del día, reemplazando las que normalmente recibirían en la escuela.

Desafortunadamente, la junta directiva de la olla sólo puede costear una comida diaria.

Mónica Bustos, facilitadora familiar de Aldeas Infantiles SOS con las mujeres líderes de esta iniciativa.

Elegir entre educación o alimentación

Sin los servicios básicos, el nuevo poblado de Nueva Ciudad Inca fue visto como una oportunidad para que muchos cumplieran el sueño de tener una casa propia a solo 30 minutos de la ciudad de Cusco, con la promesa de que se mejoraría el acceso a los servicios básicos. Pero tras el anuncio de la cuarentena, el paisaje y la calma de la zona se han visto ensombrecidos por la falta de luz y agua.

Marco visita a su madre y a sus dos hermanos menores durante los fines de semana. Luego de que cerraron las escuelas para el aprendizaje presencial, ha vivido con un familiar en Cusco para poder seguir las clases en línea. Sin luz y sin señal de teléfono, tenía que subir a la bodega en la entrada de la comunidad, el cual es el único lugar con luz. Pagaba dos soles para cargar el teléfono y luego subía a un cerro donde tenía señal para recibir sus deberes por Whatsapp.

“Aquí era más libre, puedo correr y jugar. En la ciudad me siento encerrado”, dice Marco, mientras se peina y se pone su gorra. “Pero como quiero estudiar ingeniería o abogada para ayudar a mi madre y a mi comunidad, tuve que ir”.

Laura no tiene la misma opción. Después de mostrarme con orgullo sus dos cachorros en su patio trasero y decirme que sueña con ser veterinaria, me guía de regreso a la olla comunitaria. Estuvo conmigo todo el día, así que le pregunté cómo se mantenía al día con sus tareas escolares. Ella dice que su padre se lleva el único teléfono celular al trabajo de lunes a viernes, por lo que solo puede hacer sus tareas los domingos. "A veces mi tía me presta su teléfono, pero me da vergüenza pedirlo mucho".

Las familias deben elegir si comen, o si compran crédito para el celular- o lo cargan -para que los niños sigan las clases en línea. La llamada educación virtual para niñas como Laura es solo un término más para una educación interrumpida.

“Mi mamá me ha dicho que mi letra es fea, así que estoy reescribiendo todo lo de este año en un nuevo cuaderno”, agrega, mientras salta colina abajo hacia la olla solidaria.

El año escolar termina en diciembre y tendrán dos meses de vacaciones de verano, pero en comparación con otros años, Marco y Laura esperan con ansias volver a las aulas a principios de marzo. El primero porque quiere volver a vivir con sus hermanos y su madre; Laura porque extraña aprender.

“En la escuela me estaba volviendo más inteligente, quiero volver”, agrega.

Un plato de comida para cada niño

Las precursoras de esta olla comunitaria han solicitado su formalización para recibir ayuda del Estado para realizar esta labor solidaria.

Hoy las mujeres que dirigen la olla comunitaria de Nueva Ciudad Inca buscan formalizarla en un comedor comunitario, para recibir un presupuesto mensual de las autoridades locales, garantizando la continuidad de la iniciativa. Pero me cuentan que es una aplicación burocrática. En medio de una crisis política, miles de ollas comunitarias en el país esperan que el Congreso apruebe un proyecto de ley largamente retrasado para acelerar este proceso, como respuesta a la emergencia.

A pesar de esta triste realidad y la larga espera por el apoyo del gobierno, una pequeña comunidad como Nueva Ciudad Inca toma acción, enfrentando la crisis con solidaridad y resiliencia.

Mientras converso con mujeres, niños, niñas y adolescentes alineados fuera de la olla comunitaria con botellas vacías y recipientes para llevar sus porciones a casa, todos encuentran un lado positivo. Aprecian que ahora se conocen mejor, conocen los nombres de sus vecinos y pueden apoyarse mutuamente. Todos están de acuerdo en que al menos ahora, todos los niños tienen algo qué comer.

 

Como respuesta a la crisis social y económica de la COVID-19, Aldeas Infantiles SOS Perú apoya 18 ollas comunitarias y 17 comedores comunitarios a nivel nacional, con un presupuesto mensual de 700 soles, para la compra de alimentos. Además, hay acompañamiento constante y talleres para desarrollar habilidades de organización y liderazgo en las juntas directivas.

* Nombres cambiados para proteger la privacidad

 

Alejandra Kaiser

Corresponsal en América Latina para Aldeas Infantiles SOS

 

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A través de las ollas comunitarias, fortalecemos las capacidades de mujeres líderes y brindamos alimentación a miles de niñas, niñas, adolescentes y sus familias en situación de vulnerabilidad a causa de la pandemia. Contamos con tu apoyo:

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