mayo 19 2011

La situación de los refugiados de Costa de Marfil

liberia
Una madre con sus hijos en el campamento de refugiados de Bahn, Liberia.
El pasado 5 de mayo, Aldeas Infantiles SOS Liberia proporcionó los primeros tres camiones de ayuda de emergencia al campamento de refugiados de Bahn, donde 3.885 personas han encontrado un refugio tras escaparse de la situación tensa de Costa de Marfil. De estas personas, más de 2.000 son niños.

Un equipo de seis trabajadores de Aldeas Infantiles SOS acompañaron a los camiones para distribuir los artículos de emergencia, ayudar donde sea necesario y hablar con los refugiados para conocer sus necesidades y averiguar la mejor manera de coordinar la ayuda en el futuro.

La ansiedad de una madre adoptiva.
"Me llamo Touadego. Tengo 44 años. Esta es mi hija. Se llama Mahan. Tiene siete años. Mire su brazo. Se le cortó en una explosión durante la guerra de 2003”. Touadego nos habla a través de un intérprete. Ha venido para recibir un colchón (de los proporcionado por Aldeas Infantiles SOS a las familias refugiadas) para su hija, quien mira fijamente a su madre durante la conversación.

“No es mi hija biológica,” continua Touadego, “pero la encontré durante la guerra de 2003 y sentí la necesidad de ayudarla. Pero ni siquiera tengo el dinero para alimentarnos cada día a ella y a mí. Es muy difícil”. Touadego lucha contra sus lágrimas e intenta controlar las emociones.

Al preguntarla lo que más le hace falta, dice: “Me pueden ayudar a poner en marcha un pequeño negocio para ayudar a Mahan y a mí a sobrevivir en este campamento. O también os la podéis llevar y cuidarla ya que sois de una Organización que ayuda a niños de este tipo. Vine sin marido. No he visto a mi marido desde que vinimos aquí. No sé si sigue vivo. Estoy aquí luchando sola para cuidar a esta niña”, nos explica. 

Trabie perdió una de sus piernas. Sus sueños se han colapsado. Antes, las cosas iban bien para Tarlou, una niña de seis años. Su padre, Trabie, de 26 años, trabajaba a tiempo parcial en Costa de Marfil, cuidándola mientras él asistía a la Universidad, y con grandes sueños para su hija. Pero en la reciente guerra civil de Costa de Marfil, la pequeña Tarlou tuvo que huir para salvar su vida, junto con su padre y su abuela.

“Cuando llegamos como refugiados a Liberia, en la provincial de Ganta Nimba, contraje una enfermedad por la que apareció un sarpullido en esta pierna. Me picaba tanto que no podía dormir por la noche. Luego se inflamó y me escocía por las noches. Había heridas por toda la pierna. Fui al hospital con mi madre y los médicos me dijeron que la única manera de curarme era cortarme la pierna”, nos explica Trabie. “Fue así que me la amputaron. Yo era un alumno del segundo año de la Universidad. Tenía planes de ofrecerle sólo lo mejor a mi única hija. Pero ahora aquí estoy, con ella en el campo de refugiados, haciendo todo lo que pueda para conseguir alimentos cada día. Lloro por mi pierna, pero sobre todo lloro por el futuro de mi hija. Es brillante e inteligente y pido a las organizaciones de infancia que ayuden a mi hija Tarlou, o que me ayuden a conseguir una pierna artificial”, concluye, casi rompiendo a llorar.

Woko, de 23 años: sola con sus tres hermanitos.
“Nuestros padres no están con nosotros. Nuestro padre murió en la guerra y no hemos conseguido localizar a nuestra madre”, nos explica Woko, de 23 años. Woko es ahora la única persona al cargo de sus hermanos, que incluyen a una niña con discapacidad, un bebé y otro niño pequeño. “No tengo los conocimientos que necesito para cuidarles, pero tengo que hacerlo porque nuestros padres no están con nosotros. Así que procuré mantenerlos juntos y subirles al camión de ACNUR para Liberia. Pero no pudimos encontrar a nuestra madre. Hicimos lo que pudimos para llegar hasta aquí, a este campamento. Estoy pidiendo ayuda para cuidar adecuadamente a mis tres hermanos. No sé cómo cuidarlos bien, nunca he tenido un hijo. No tengo una profesión, ni dinero para cuidarles. Dependemos de la comida del campamento para sobrevivir. No tenemos familia aquí en Liberia”, dice Woko, desesperada.